martes, diciembre 3

transición

A mi hermane

Ojos claros, cabello lacio, tez blanca, naciste mujer y la vida te cambió

Tu voz se ha enronquecido, tu espalda se ha ensanchado y el bello ha crecido. Aunque te seguí amando, no pude pronunciar tu nombre, ni logré llamarte hermano

En el rostro de mi madre se apreciaba la desesperación, su silencio es el llanto que se convierte en la ola; que golpea, que invade, que ahoga.

Quise odiarte con el dolor de mi corazón, tomarte en mis brazos,  y descargar la frustración. Mas fue en la mirada profunda, llorosa y desesperada; reflejada en otro, donde comprendí tu desazón.

¿Qué habrá sentido tu alma?
¿Cuántos peñascos tuviste que atravesar cada vez que intentabas encontrar tu identidad?
Te veo, largas noches en vela; tratando de descifrar cual era la realidad. Pensando; quizás, que la locura te invadía, sintiendo como tu cuerpo era extraño a la mente, sin entender tus emociones, tus reacciones.

Lento es el proceso, al igual que mi entendimiento. 
Poco a poco fue saliendo él, librándote, enfrentándote al rechazo, la burla y  hasta el desprecio.
Las cicatrices son medallas de batallas libradas, recuerdos de las luchas emprendidas, del pasado se encarna en el alma, caminos que llevan el deseo de un mejor mañana.

Mi sangre corre por tu sangre y se mezcla integrando en mi vocabulario un nuevo vocablo.
Mi hermane! me pregunto ¿qué trechos empedrados te falta por cruzar? ¿cuántas montañas habrá por escalar? 
Me angustia pensar en el rumbo que tomará tu andar, mas de mi mano siempre de podrás afirmar.

2-12-2019



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