Desde este viejo zaguán te veo, hermosa, como siempre, ahí , bajo el naranjal, viajando de mundo en mundo a través de tus libros, podría acostumbrarme al resto de mis días contemplarte, y es que; con solo tu presencia, se embellece el paisaje, te mezclás entre los colores de las flores, entre los lirios y las hortensias. En todo tu cuerpo radiás esplendor y el viento obliga; mientras sus ramas ante vos se inclinan, a los árboles, a saludarte.
Estoy condenado a desearte, a admirarte, a amarte. Sin siquiera tocarte.
GZB-Adolff
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